Leishmaniasis en perros
Consulta nuestra guía completa sobre la leishmaniasis en perros: qué es, cuáles son los síntomas, cómo se contagia y cuál es el tratamiento.
La Leishmaniasis canina es una grave enfermedad parasitaria producida por protozoos parásitos del género Leishmania, en especial del Leishmania infantum, que se transmite a los perros a través de picaduras de mosquitos. Dichos insectos se convierten en portadores de la enfermedad al picar previamente a otros canes enfermos de leishmaniasis.
Los insectos que transmiten esta patología pertenecen a los géneros Phlebotomus (en regiones mediterráneas y tropicales) o Lutzomia (regiones tropicales y subtropicales).
En España, las regiones más afectadas por la leishmaniasis en perros son aquellas pertenecientes a la cuenca mediterránea, siendo la época de mayor expansión la comprendida entre finales de primavera y finales de otoño. Esta patología afecta a todas las razas caninas.
Los síntomas de la leishmania en perros son variables, algunos pueden ser asintomáticos, mientras otros pueden presentar un cuadro clínico muy variable debido a que esta enfermedad afecta a un gran número de órganos y sistemas.
Leishmaniosis canina: síntomas, diagnóstico y tratamiento
Teniendo como referencia el mecanismo de afectación, existen estos tipos de síntomas clínicos de la leishmaniosis:
- En los lugares donde el parásito se multiplica: inflamación granulomatosa no supurativa localizada, es decir, una reacción inflamatoria crónica caracterizada por la formación de granulomas, acumulaciones de macrófagos, que con frecuencia toman apariencia semejante a un epitelio. A consecuencia de este mecanismo, se producen manifestaciones como hepatitis crónica, dermatitis y nefritis intersticial crónica.
- Distintas localizaciones anatómicas: por depósito de inmunocomplejos, en la que los complejos antígeno-anticuerpo se depositan en el lecho capilar entre las células endoteliales y la membrana basal. Debido a este mecanismo se produce vasculitis, uveítis, glomerulonefritis y artritis.
Existen dos tipos de leishmaniasis canina: visceral y cutánea, siendo la cutánea la más frecuente. Los signos clínicos cutáneos más comunes son: alopecia, dermatitis ulcerativa, nodular, pustular o nódulos, y las ulceraciones en membranas mucosas, además de hiperqueratosis, uñas anormalmente largas o frágiles, adenomegalia generalizada o necrosis en la punta de las orejas, a consecuencia de la vasculitis que produce el parásito.
Uno de los métodos para detectar la leishmaniosis canina es la técnica ELISA, que sirve para detectar anticuerpos en la sangre, con la que se pueden diagnosticar enfermedades infecciosas víricas, bacterianas, fúngicas, parasitarias y dermatológicas.
La prevención, sin duda, es el arma más efectiva para paliar la propagación de la leishmaniasis canina. Está basada, principalmente, en estos dos aspectos: evitar el riesgo de sufrir picaduras de insectos y administrar la vacuna de la leishmaniasis canina (solo se administra si el perro ha dado negativo en las pruebas serológicas previas).
¿En qué consiste el tratamiento de la leishmaniosis canina?
La Leishmaniasis en perros es una patología con la que el perro puede vivir de manera asintomática durante mucho tiempo, si se sigue un tratamiento farmacológico y una alimentación adecuada.
Dichos tratamiento, que pueden durar varias semanas, están basados en antimoniales pentavalentes y otros como la anfotericina B, la pentamidina y el ketoconazol. Se aplican mediante inyección o vía oral.
Es importante recalcar que el tratamiento farmacológico de leishmania es más eficaz si es acompañado con una dieta adaptada a las necesidades de los perros afectados por la leishmaniosis.
Y ya lo sabes, ante cualquier duda, consulta con el especialista.